Cuando el corral responde: la caída del gallo
La ciudadanía también tiene voz, incluso cuando no grita.
Porque lo que empieza en el silencio de un pueblo puede acabar apagando al gallo más altanero.
1. Ya no cantan solos
Esta mañana, mientras leía en El País el titular —Musk, sobre la ley fiscal de" Trump: 'Ya no aguanto más; es una abominación repugnante'"— no pude evitar pensar en aquel artículo que publiqué el 7 de abril: El gallo del corral se llama Trump. Sentí algo parecido a un eco. El tiempo, a veces callado, también sabe contestar.
Entonces hablábamos de ese Trump gallito, que cacarea en lo alto del corral mientras el resto calla, por miedo o por intereses. Hoy, dos meses después, empieza a cambiar el aire. Uno de los que más ruido hacía, Elon Musk, ha sido el primero en dar un paso atrás. Y no parece que lo haya hecho por principios.
No es que haya descubierto de pronto una conciencia dormida. Es que el público ha empezado a irse. Tesla cae, sus cohetes no levantan cabeza, y la imagen del magnate que todo lo puede se le resquebraja entre silencios que ya no lo celebran.
En política, como en la vida, no siempre hace falta gritar para provocar un cambio. A veces basta con dejar de aplaudir. Porque incluso el gallo más altanero, sin corral que lo mire, empieza a piar bajito.
2. Musk y Trump: ¿ruptura real o simple cálculo?
Podríamos pensar que Musk ha roto con Trump por ética, porque le indigna esa ley fiscal que premia al que más tiene. Podríamos creer que se hartó. Pero cuando uno mira los datos, lo que asoma no es indignación… es estrategia.
Las ventas de Tesla en Europa han bajado un 49%.
Su tercera nave del año ha vuelto a fallar.
Su imagen pública, tan pegada últimamente a la ultraderecha, ya no vende lo que vendía.
¿Ha cambiado de bando o solo de cálculo? Todo apunta a lo segundo.
No fue él quien se bajó del gallinero. Fue el público el que dejó de mirar. Y cuando los focos se apagan, cuando los inversores enmudecen, hasta el más seguro baja la voz y recalcula.
No todos los imperios caen con revoluciones. Algunos caen cuando ya no suena la caja registradora.
3. El poder del que no grita
No tenemos fábricas de coches ni lanzaderas espaciales. No escondemos fortunas en islas lejanas. Pero tenemos una cosa que aún vale: capacidad de elección.
Podemos apagar. Cancelar. Votar. Cambiar de marca. O dejar el carrito medio lleno. Y a veces eso, que parece tan poco, lo cambia todo.
Porque cuando una ley fiscal favorece al de arriba y castiga al que ya va justo, no hablamos solo de números. Hablamos de vidas que se aprietan mientras otros especulan. Y entonces hay que hacerse preguntas incómodas:
¿Comerán más veces los ricos?
¿O solo multiplicarán lo que ya no necesitan?
¿Y nosotros? ¿Tendremos que dejar de pagar Amazon, Tesla, Apple… simplemente porque ya no llegamos?
Puede que ahí esté nuestra fuerza silenciosa. No es odio. Es lucidez. No hace falta pancarta. Hace falta decisión.
Cada vez que elegimos —aunque parezca pequeño— estamos empujando algo. Y eso también es política.
Puede que el gallo aún cante… pero no todos miramos ya hacia el mismo gallinero.
🔚 Cuando el gallo se queda solo
Trump seguirá en lo suyo. Musk intentará recomponerse y regalar sonrisas mientras recalcula. Y nosotros, los de abajo, seguiremos estirando los días… pero también alzando la mirada.
Este texto no busca héroes ni señala demonios. Solo recuerda una verdad: el corral nunca fue del gallo. Fue de todos.
Y si entre todos empezamos a caminar, a disentir sin ruido, a mirar con claridad… entonces sí, la historia gira.
No hace falta épica. Basta con no comprar. Con no asentir. Con decir —aunque sea en voz baja—: así no.
Porque a veces, solo a veces, cuando el corral responde, el gallo se calla.
José Moreno Robledillo
Junio 2025
🔄 ¿Te interesa saber cómo empezó todo este nuevo episodio entre Trump, los aranceles y el gran teatro político que nos envuelve?
Entonces vale la pena mirar atrás.
Al 7 de abril.
Aquel día en que todo el ruido empezaba y Trump aún cantaba sin coro, dueño absoluto del gallinero.
Aquí puedes leer el texto que escribí entonces, cuando el gallo aún cacareaba solo, pero ya dejaba claro el tipo de función que estaba montando: