Del vuelo a Vall-Llobrega – El viaje que cosió mis ventanas
Salir de Tenerife. Sobrevolar el Teide. Y empezar a volver — en el cuerpo y en la memoria — a la infancia, al miedo, a las costuras invisibles.
🪟 Desde Huesa: la primera ventana
En mayo regresé a Huesa, el pueblo donde nací. Y desde allí escribí una carta. Salió directa del alma.
Caminé por sus calles vacías. Me crucé con Vicenta —una vecina de toda la vida— y en sus palabras entendí por qué mis padres decidieron marcharse.
"No hay niños. No hay voces en las ventanas. Nadie asomado a las puertas."
Vicenta me lo dijo sin rodeos: mis padres hicieron bien.
Y no se equivocaba.
Fue entonces cuando comprendí que el viaje de julio —de Vall-Llobrega a Cornellà del Terri— no iba a ser solo un trayecto más. Iba a ser otra mirada abierta. Otra herida por suturar.
✈️ Durante el vuelo – Un dolor que viene de lejos
8 de julio de 2025. Tenerife–Barcelona.
El viaje empieza, pero no con alegría. Lo que siento es un dolor antiguo, como si llevara años escondido en algún rincón del cuerpo.
Lloro. Llevo una hora así y ni siquiera tengo claro el porqué. O tal vez sí:
Porque no se trata solo de moverme en el espacio. Estoy viajando en el tiempo.
Vuelvo a lugares que dejaron huella. A sensaciones que nunca logré descifrar del todo.
Ganas de soltar un grito. De decir: también fui niño.
Y ese niño tenía miedo. Mucho miedo.
Miedo a equivocarse. Miedo a dar pena. Miedo a no encajar.
Y en algún rincón de la memoria sigue viva esa frase cruel que escuché una y otra vez:
"La tierra de las tres cosechas: moco, lagaña y esparto."
Duele.
Duele aún más cuando quien escucha eso es un crío que ya empieza a notar que la pobreza, la diferencia, pesan.
Hoy, mientras me como un bocadillo de jamón que Cristi me preparó con cariño —ese pequeño gesto de amor propio— solo tengo algo claro:
A veces, para verte con claridad, necesitas alejarte de ti.
Como cuando miras un cuadro. Solo al dar unos pasos atrás entiendes lo que tienes delante.
Y yo, por fin, empiezo a ver mi historia con otra mirada. Con ternura.
🧵 Reflexión – Todo tiene la misma costura
Caminando por los pasillos del recuerdo, llegué a una imagen muy precisa de Huesa:
La plaza. La fuente. Aquella gente marcada por la guerra.
Algunos sin brazo. Otros sin pierna. Unos con un ojo tapado.
Entonces no lo entendía. Ahora, lo veo todo distinto.
Las piezas encajan.
Recuerdo que los turistas a los que enseñaba la rectoría eran suizos.
Años después, yo también viviría en Ginebra.
¿Casualidad? Tal vez.
O quizá no.
Quizá hay algo que une los momentos sin que nos demos cuenta.
Un hilo fino. Invisible. Que va cosiendo la vida sin hacer ruido, pero con fuerza.
Y si te paras a mirar bien, si prestas atención, descubres que todo —todo—
tiene esa misma costura.
Ese hilo me ha ayudado a ver que los sueños y pesadillas que arrastré durante años no eran simples fantasías.
Eran puntadas. Costuras del traje que se fue formando sin que yo lo supiera.
Por eso, hoy os invito a asomaros conmigo a la ventana de Vall-Llobrega.
Y este domingo, abriré la de Cornellà del Terri. Será la tercera.
Asomaos. Entrad. Mirad.
Porque cada ventana que abrimos no es solo un recuerdo.
Es una puntada más en la tela que nos mantiene unidos.
José Moreno Robledillo
Julio 2025