El aplauso sordo

30.08.2025

"Hay gestos que no llenan titulares, pero sostienen países. Ese es el aplauso sordo."


Hace unos días publiqué La cigarra, la hormiga… y nosotros.

Un texto que nacía del hartazgo, del ruido, de la impotencia ante tanto grito que tapa el trabajo real.

Y entre los comentarios que recibí, hubo uno que me hizo detenerme.

No por desacuerdo, sino por algo más valioso: por matiz.


Me lo escribió Débora, una lectora atenta y lúcida.

Me dijo —en resumen— que ni todas las siglas son iguales, ni todas las cigarras cantan solo para sí.

Y que, aunque no lo parezca, sí hay reconocimiento a las hormigas.

Tal vez no lo oímos tanto porque es un reconocimiento distinto:

"un aplauso sordo", lo llamó.

Y esa expresión se me quedó dentro.

Entre el grito y el silencio: los matices


Vivimos tiempos donde todo se quiere polarizar: blanco o negro, buenos o malos, cigarras o hormigas.

Pero la vida real no es así.

La vida real tiene tonos, texturas, contradicciones.


Y muchas veces —como me recordó Débora— incluso en medio del ruido hay gente que hace las cosas bien.

Gente que trabaja desde dentro.

Que no necesita foco, pero no se esconde.


Hay hormigas en despachos grises.

Hay hormigas con siglas.

Hay hormigas que no caben en un cuento.


Y también hay cigarras que, incluso sin prever, no dañan.

O que cantan para recordarnos que no todo es sufrimiento.


El problema no es que haya cigarras.

El problema es cuando solo escuchamos su canto… y nos olvidamos de lo demás.

El aplauso que no se oye, pero existe


Ese "aplauso sordo" del que hablaba Débora está en los gestos callados:

en el funcionario que te atiende con rigor,

en la técnica forestal que planifica cortafuegos con pasión,

en el grupo vecinal que se organiza sin fotos ni pancartas.


Ese reconocimiento existe.

No lo vemos en portadas.

No se mide en "me gusta".

Pero es lo que impide que todo se venga abajo.


Y si no existiera, como decía Débora,

ya estaríamos todos en huelga infinita,

en las calles,

quemando las sucursales de la desesperanza.

Voces que piensan en voz baja


Tras publicar la primera parte, no solo llegó el comentario de Débora.

También me escribió otra lectora que resumió, en pocas palabras, el sentir de muchos:


"Las personas perdemos mucho tiempo escuchando y viendo idioteces.
Nos tienen siempre desperdiciando el tiempo que deberíamos dedicar al bienestar, tanto individual como social.
Mi país está así, siempre en vela, con la esperanza de que van a sacar al gobierno actual.
Pero eso, para mí, no va a pasar.
Los mantienen ilusionados con lo que quieren escuchar.
Eso es ignorancia y pobreza mental.
La élite sabe perfectamente el comportamiento del pueblo… y sabe cómo manejarlo.
Sobre todo, a través del miedo."


Le respondí con lo que sentí de verdad: que su mensaje era también una forma de resistencia.

Una forma de romper el hechizo del ruido, de mirar con ojos críticos, de cuidar lo real.


Porque hay muchas personas así: que ven más allá del espectáculo.

Y que, aunque hablen bajito, piensan con claridad.

Darles voz es también parte del aplauso sordo.

No basta con denunciar. Hay que distinguir.


Por eso este texto no es una rectificación.

Es una segunda parte.


Porque la primera denuncia algo real: el ruido, la frivolidad, el olvido.

Pero si nos quedamos solo con eso, nos volvemos ciegos a lo que sí funciona.

Y eso también es injusto.


Así que esta es una invitación a mirar mejor.

A no caer en la trampa de pensar que todo es un desastre.

A seguir denunciando lo que está mal,

pero sin olvidar reconocer lo que —pese a todo— está bien.


Aplaudir en silencio también es una forma de sostener.

Y aunque no suene, ese aplauso merece ser contado.

¿Te has sentido también parte de ese aplauso sordo?

Puedes escribirme o compartir este artículo con quien camina en silencio.


José Moreno Robledillo

Agosto 2025


El aplauso sordo: ruido, reconocimiento y esperanza
El aplauso sordo: ruido, reconocimiento y esperanza