El mundo que ya no juega limpio
Hay una sensación que se ha vuelto demasiado habitual: la de que todo vale.
Como si el tablero global ya no tuviera árbitros, ni reglas, ni memoria.
Las grandes potencias —Estados Unidos, China, Rusia— se mueven como jugadores solitarios. Sin nadie que pite faltas. Sin frenos. Sin pudor.
Y lo más inquietante no es que rompan las normas.
Es que ya no sorprende.
Lo que antes encendía titulares hoy apenas provoca un bostezo.
Un tratado se rompe. Una invasión se justifica. Un mercado se manipula. Y todos seguimos como si nada.
Porque en este nuevo orden, el interés pesa más que el derecho.
La inmediatez aplasta la ética.
Y el poder… ese siempre encuentra cómo salirse con la suya.
Nos hemos resignado a ver cómo el derecho internacional se convierte en adorno.
Cómo los compromisos duran lo que tarda un tweet en envejecer.
Cómo los principios se diluyen como tinta en agua.
¿Y nosotros?
Ahí estamos.
Frente a la pantalla.
Intentando entender algo que se escapa entre titulares contradictorios.
A veces con rabia.
A veces con esa mezcla de tristeza y lucidez que dan las derrotas lentas.
Otras, con una pregunta callada que cada vez pesa más:
¿De verdad ya no hay nadie que pare esto?
Porque un mundo sin reglas no es libre.
Es frágil.
Y en los mundos frágiles, quienes más pierden… somos siempre los mismos.
"Cuando la trampa se vuelve norma, el problema ya no es el tramposo… es el silencio de quienes lo ven y callan."
jose Moreno Robledillo