El silencio como complicidad

05.04.2025

De todos los peligros que enfrentamos como sociedad, tal vez el más inquietante no sea el grito de los que imponen, sino el silencio de los que piensan y no se atreven a hablar.

En estos tiempos, opinar puede incomodar.

Dudar se considera debilidad.

Y pensar con matices, en lugar de eslóganes, parece casi un acto de rebeldía.

Hemos dejado de hablar de ciertos temas en familia, con amigos, en redes.

No porque no tengamos opinión, sino porque tenemos miedo de ser malinterpretados, atacados o, simplemente, ridiculizados.

Así, la conversación pública se ha llenado de ruido…

pero de un ruido que viene casi siempre de los extremos, de los que gritan más, no de los que piensan más.

Y en medio de ese ruido, se cuelan los bulos, las verdades recortadas, los memes como argumento, las manipulaciones como entretenimiento.

Nos dicen que es mejor no entrar en política, que es agotador debatir, que ya está todo dicho.

Pero mientras tanto, otros sí están hablando en nuestro nombre.

Callar no siempre es prudente.

A veces, es la forma más cómoda de renunciar a lo que uno cree.

"El mayor riesgo no es que nos impongan cosas, sino que dejemos de pensar por cansancio."