Huesa no es pobre: es invisible

26.04.2025


*Los datos oficiales hablan de renta. Esta foto habla de raíces.

El 19 de abril de 2025, un artículo publicado en El Periódico tituló a Huesa como "el pueblo más pobre de España". 👉https://www.elperiodico.com/es/sociedad/20250419/huesa-pueblo-mas-pobre-dinero-negro-116517430

Lo que Hacienda no ve, lo que el corazón recuerda

1. La etiqueta que nunca me creí

Esta foto fue tomada en Huesa el 26 de abril de 1964, durante las fiestas de la Virgen de la Cabeza. Es la última que nos hicieron a mis hermanos antes de marcharnos.

Mi hermano Julián, el mayor, posa con las manos en los bolsillos. Antonia sostiene en brazos a Manoli. A su lado estamos Eduardo, María Jesús y yo, con mi vestido de domingo y esa mirada que aún no entendía lo que se venía.

Ahora dicen que Huesa es el pueblo más pobre de España. Lo miden en euros, en declaraciones fiscales. Pero yo aprendí que la riqueza no se guarda en el banco, sino en las fotos que uno no olvida.

¿Dónde está la cifra que cuente lo que vale una madre que manda a sus hijos con pan y romero en la maleta? ¿Dónde se declara el amor a una tierra que nunca se olvida, aunque uno viva lejos?

Los datos oficiales hablan de renta. Esta foto habla de raíces.

2. El trabajo invisible: antes y ahora

Años 1956–1960

En aquellos años, los hombres salían a trabajar como jornaleros por los campos cercanos: segar, arar, recoger aceitunas, esparto o romero por unas pocas pesetas. No había factura, ni IVA, ni seguridad social.

El esparto cortaba, el romero manchaba de verde y las aceitunas dejaban las uñas negras durante semanas.

En casa se trabajaba desde que salía el sol hasta que la cena olía a caldo de collejas. No existía el salario mínimo, ni las horas extras, ni el parte de baja. Existía el trueque, la ayuda mutua, la palabra dada.

Cuando mi padre vareaba olivos, se devolvía el favor con un saco de harina o una carretilla de leña. Nadie lo llamaba economía sumergida. Era simplemente la forma de no dejarse vencer por la vida.

Año 2025

Hoy el campo sigue siendo el sustento de muchos. Pero las reglas han cambiado… para los de arriba.

Miguel trabaja en Francia media vida y cobra en metálico. David arregla motores los domingos, aunque en la declaración figuren solo 800 euros.

No es fraude. Es supervivencia heredada.

Es la continuidad de esa forma de vivir donde se comparte el pan, aunque Hacienda no lo vea. Porque aquí, como entonces, cuando el invierno aprieta, el calor lo sigue dando la gente, no la administración.

"El 90% de las ayudas al olivar pueden deducirse por gastos. Se declaran ingresos simbólicos, pero el trabajo es real. Esa es la matemática que no se enseña en las facultades."

3. Emigrar: la maleta que nunca se guarda

Mi historia

A los ocho años dejé Huesa. Emigré con mi familia. Nos fuimos todos juntos.

Mi padre ya llevaba muchas temporadas marchándose, y mi hermano mayor también había emigrado antes. Por eso, mi salida no fue en soledad. Fue en grupo, con la carga emocional repartida entre todos.

Nos fuimos en la DKW del Morante, con todo lo que pudimos meter dentro: ropa, enseres, pan, miedo… y sueños a medio coser.

Nuestro destino era Vall-Llobrega, pero podría haber sido cualquier rincón donde hubiera trabajo y esperanza.

Aquella maleta no solo llevaba lo necesario para empezar otra vida: también cargaba una infancia que se interrumpía sin preguntar.

La emigración no era una opción. Era lo que tocaba. En mi casa, como en tantas, sabíamos que el pan estaba fuera.

Hoy dicen que los jóvenes de Huesa se marchan a Jaén, a Málaga, a Francia. Yo les entiendo. No se van por gusto, se van porque no quieren repetir nuestra historia… aunque, en el fondo, la están repitiendo.

El testimonio actual

David, 33 años, lo dice sin rodeos: "Si no vales para estudiar, a los 16 para Francia."

Es la misma frase que escuchábamos hace sesenta años, solo que ahora los zagales se despiden por videollamada.

Antes, las despedidas eran en la estación, con pañuelos agitados desde el andén.

Hoy son en la gasolinera, con el depósito lleno y el móvil cargado.

Pero la maleta sigue siendo la misma.

Solo que ahora pesa distinto: no solo lleva ropa, también lleva hijos que se quedan con los abuelos, casas vacías, y fiestas patronales con menos aplausos que ausencias.

En Huesa, nadie guarda del todo la maleta. La dejamos en el altillo, por si hay que volver a llenar el coche, por si la vida nos recuerda que allí fuera sigue estando el jornal… y aquí dentro, la raíz.

4. Lo que el artículo olvidó mencionar

Lo material

Es cierto, en Huesa hay coches nuevos y casas arregladas.

Pero también hay:

  • Un centro de salud que no tiene pediatra.
  • Una carretera, la A-315, que parece una cicatriz olvidada en la sierra.
  • Un polideportivo vacío en mayo, cuando el pueblo se queda en silencio porque los trabajadores han marchado a la vendimia.

No hay polígono industrial. No hay universidad cercana. No hay facilidades para quedarse.

Hay un abandono institucional que no sale en las estadísticas.

Lo humano

Tampoco contaron el olor a gachas cocinadas en las casas de nuestras abuelas.

Ni las manos de mi hermana Antonia, agrietadas de recoger alcaparras para comprarse unos pendientes.

Ni el nudo en la garganta de quienes, como yo, supieron que despedirse era parte del precio que había que pagar para comer.

Aquí no se mide la riqueza en acciones o en dividendos.

Se mide en abrazos dados en la plaza, en partidas de dominó que resisten el invierno, en lágrimas que no cotizan en bolsa.

"Pobreza" es una palabra pequeña para contar la grandeza de un pueblo que ha sabido hacer hogar incluso lejos de casa.

5. Cierre: Las raíces y las alas

Huesa no necesita lástima. Necesita respeto.

Respeto para sus mayores que con manos encallecidas levantaron generaciones enteras.

Respeto para sus jóvenes que siguen buscando fuera lo que su tierra no supo ofrecerles.

Respeto para un pueblo que, pese a todo, nunca dejó de creer en el trabajo y en la palabra dada.

¿Qué necesita Huesa?

  • Que la A-315 deje de ser una herida abierta en su geografía.
  • Que los molinos de viento que miran desde las alturas no sean solo un símbolo de modernidad, sino una fuente real de empleo digno.
  • Que cuando se hable de nosotros, se mire más allá del IRPF y se entienda que la riqueza también late en lo invisible.

Cuando ya nadie hable del artículo que nos nombró "los más pobres", nosotros seguiremos aquí, sembrando olivares, cocinando gachas, cuidando de nuestros mayores y soñando con volver cada vez que la vida nos aleje.

Porque la verdadera riqueza de Huesa no cabe en una declaración de Hacienda.

Está en la memoria que se transmite de padres a hijos, en la terquedad de un pueblo que nunca se resigna.

A veces, en las noches frías de invierno, aún sueño con el crujir del fogón en la cocina de mi infancia.

Y sé, mientras ese sonido sobreviva en alguien, que Huesa no será el pueblo más pobre de España. Será el más resistente.

Si has llegado hasta aquí, quizás también lleves en tu memoria un pueblo, una calle, una infancia parecida.

Te invito a compartir tu recuerdo, tu visión o tu sentir.

Porque, como en Huesa, la historia de los pueblos pequeños no se escribe sola: se teje entre todos, como las redes de esparto que nos enseñaron a hacer nuestros abuelos.

Te leo, en voz baja, pero con atención.

José Moreno Robledillo

Abril 2025