Lo que no se nombra, no existe 1 de mayo en voz baja

01.05.2025

Hoy, 1 de mayo, estaba leyendo la prensa y me vinieron mil cosas a la cabeza que me remueven por dentro.

No sé si podré desarrollarlas como se merecen, pero las voy a dejar aquí. Porque a veces, aunque uno no lo escriba perfecto, lo importante es no callarse.

Esta mañana a mi mujer le tocaba su primera cura tras la operación.

Hace apenas 48 horas le habían extirpado un tumor de mama. Llegamos al centro de salud y nos atendió un profesional que, sinceramente, no estaba preparado para tratar con personas.

Tardó media hora en arrancar el ordenador. No saludó. No preguntó.

Cuando otra compañera del centro se acercó a mi mujer —que estaba mareada, sentada, esperando— y le dijo: "¿Y usted qué hace aquí?", el hombre al fin reaccionó. Le cogió del brazo y le dijo: "venga por aquí".

Al ver que Cristi se quejaba por el dolor, soltó: "No me ha dicho nada".

Mi mujer salió llorando.

No solo por el dolor físico. Sino por el abandono. Por el mal trato.

Y yo, desde la rabia contenida, pensé:

¿Este mal trabajador estaba desesperado?

¿Quería salir corriendo a la manifestación del 1 de mayo?

¿O simplemente quería irse de puente al Médano?

Ayer mismo, 30 de abril, publiqué una carta abierta agradeciendo profundamente a la sanidad pública. Y lo sigo sintiendo así.

Pero cuando una situación como esta ocurre, también hay que decirlo. Porque no es justo que un mal profesional empañe el esfuerzo, la humanidad y la entrega de tantos otros que, día tras día, se dejan la piel con verdadera vocación.

Y porque, en días como hoy, uno se da cuenta de que hasta en los servicios públicos más valiosos hay personas desbordadas, trabajadores maltratados… y alguno que, quizá, ya ha dejado de mirar a quien tiene delante.

Hoy también escuché a una joven en TikTok hablar de clase trabajadora.

Decía que ya nadie se reconoce como tal. Que si tienes un máster, si pagas Netflix, si te vas unos días fuera, ya no te sientes obrero.

Y sin embargo, no puedes dejar de trabajar sin que todo se derrumbe.

Me vi reflejado.

Yo empecé a trabajar con 14 años y cuatro días.

Y sí, había sindicato. El vertical.

Y ni los puentes ni las manifestaciones eran un derecho.

Te ibas de puente si podías, y salías a la calle a reclamar derechos porque no había otra.

Pero hoy, 1 de mayo de 2025, lo que más me duele es ver los titulares:

Se discute si había 12.000 o 50.000 personas en Madrid.

Y casi nadie habla del motivo de la marcha.

Lo que sí parece claro es que la mayoría eran jubilados.

¿Dónde están los jóvenes?

¿Dónde están los que viven con lo justo, los que no pueden ahorrar, los que trabajan a turnos sin garantías?

Y no es que falte solo conciencia de clase.

Lo que se ha perdido es el orgullo de ser clase trabajadora.

Nos hicieron creer que si tenías un cargo, un coche o un ordenador en el despacho, ya eras otra cosa.

Pero los que trabajamos por cuenta ajena, da igual el título o el traje.

Somos trabajadores.

Y eso no es una vergüenza.

Es una identidad digna.

Hoy se habla de "precariado", de "colaboradores", de "emprendedores".

Pero detrás de todo eso sigue estando lo de siempre:

Gente que madruga, que produce, que no hereda.

Gente que si mañana no cobra, se cae el mundo.

El sistema ha sido muy hábil:

Nos vendió que todos éramos clase media.

Y así desactivó el orgullo, el derecho a protestar, la fuerza colectiva.

El 1 de mayo ha dejado de doler.

Pero el trabajo no ha dejado de doler.

España tiene hoy más de 22 millones de personas trabajando.

Y sin embargo, no hemos llegado a 100.000 personas en las calles.

Y de esas, muchos eran ya jubilados.

Quizás porque hoy no es fácil reconocerse como clase trabajadora.

Quizás porque parece que es más moderno olvidarlo.

Pero yo no quiero olvidarlo.

Porque si no sabemos a qué clase pertenecemos,

tampoco sabremos qué derechos estamos perdiendo.

José Moreno Robledillo

Mayo 2025

Escrito por José Moreno Robledillo.

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