1. Ventana a Huesa
La raíz que nunca se secó
En esta ventana regreso al pueblo donde nací, Huesa, en la provincia de Jaén.
Allí comenzó todo: la infancia entre burros, leña y silencios, el olor del pan, la plaza donde observaba la vida desde un bordillo, las cuevas de los gitanos, la calle Guadiana, el cementerio, la primera comunión, las guerras de piedras en el cerro, los primeros miedos…
Pero también el asombro, la mirada curiosa, el aprendizaje profundo que se instala sin palabras.
Huesa no es solo un lugar. Es una raíz que me sostiene, incluso desde la distancia.
Esta ventana es un homenaje a los que ya no están, y una manera de contar —con verdad y ternura— lo que significó nacer pobre, pero no vacío.
Viernes, 12 de julio de 2025
Sant Feliu de Guíxols, al restaurante El Tramuntana. Julián suele ir a menudo a comer allí; le gusta charlar con Emilio García, el propietario.
La conversación nos llevó a recordar nombres del pueblo, personajes que marcaron aquellos años:
Ramón el Chaqueta, Rosa la Gitana, El Veneno, La Rosica, Alonso, Francisco el Chisque, El Legionario con el primer teléfono, El Casaillo, El Magandeleno…


Para seguir escribiendo Ventanas de Luz, tenía claro que no bastaba con tirar de memoria. Había que volver. Volver a los caminos de mi infancia, al polvo de las calles, al eco de las voces. Sentir de nuevo los lugares que me vieron crecer, para comprobar si lo que recordaba seguía ahí… o si era solo un espejismo.
Tenía que pisar Huesa. Caminarla. Escuchar sus rincones, tocar sus fachadas, respirar su aire. Quería asegurarme de que no fuera la nostalgia quien escribiera por mí, sino la verdad. Esa verdad sencilla que guarda la infancia, donde cada paso tiene nombre y cada esquina, una historia.
La Ventana de Huesa, como la de Vall-llobrega, no podía escribirse desde la distancia. Ambas forman parte de mis primeros años. Por eso necesitaba mirar atrás, pero con los pies bien puestos en la tierra. No para idealizar, sino para entender. Para contar con fidelidad lo que fue.
Y fue curioso… porque al llegar, no me sentí extraño. Al contrario. Como si algo dormido dentro de mí empezara a abrir los ojos. El cerebro iba recordando: paso a paso, piedra a piedra. Todo seguía ahí. Bueno, casi todo. Porque los rostros de los niños con los que jugaba se me han borrado. No así los de las personas mayores, sentadas en las puertas, igual que entonces. Esas imágenes permanecen. Nítidas.
Un día, conversando con José "el Latas", me soltó una frase que se me quedó clavada:
"Seguro que jugábamos juntos… y nuestros hermanos nos mandaban a pelear."


Y pensé: qué razón tiene. Porque, aunque los rostros se borren, la infancia deja cicatriz. Una de esas que no duelen, pero que siempre se notan.
También volví al cementerio. A la posada. Al bar donde me sentaba de pequeño, rodeado de moscas, con el olor a botellín frío flotando en el aire. Todo seguía ahí, aunque las fachadas cambiaran. Me lo confirmó Vicenta: donde antes estaba aquel bar, ahora está la oficina de ASAJA y la sucursal de Caixa. Y aunque las caras se desdibujen, los sitios guardan la memoria con una dignidad silenciosa.
¿Por qué escribo así?
Porque quiero que Ventanas de Luz diga la verdad. No una verdad maquillada por la emoción, sino la que se toca, la que se huele, la que se oye al volver.
Porque no escribo para idealizar el pasado, sino para entenderlo. Para dejar constancia de lo que fue, sin adorno.
Porque hay una fuerza especial en volver. En caminar donde uno jugó. En sentarse donde se sentaban los tuyos. Y desde ahí, escuchar lo que dice el silencio.
Este proceso —ir, tocar, preguntar, confirmar— no es solo una forma de escribir.
Es mi forma de respetar la memoria. No solo la mía, sino la de tantos otros que, al volver a sus raíces, también han sentido esa mezcla de certeza y ternura.
Y que, como yo, siguen escribiendo la vida desde las ventanas que aún permanecen abiertas.
🪟 Ahora sí, abrimos la primera ventana: Huesa, la raíz profunda.
Junio 2025
Imágenes de la raíz
Este viaje era para recorrer con los pies lo que ya había recorrido con la memoria.
Volví a la Vega de la Higuera, a la calle Guadiana, a Ceal, a Tíscar, al río Guadiana Menor…
Cada rincón tenía algo de mí. Y también algo de los que ya no están.
Caminar por esas calles fue mirar hacia atrás sin miedo. Con gratitud. Con verdad.
El viaje continúa…
Después de volver a Huesa y reencontrarme con mis raíces más profundas, ahora me preparo para un nuevo paso.
El próximo 8 de julio, si todo va bien, viajaré a Vall-llobrega y a Cornellà del Terri.
Quiero volver a caminar esas calles, la rectoría, la Platja Castell, tocar su arena y hablar con quienes aún recuerdan.
No para revisar lo escrito, sino para cerrar el libro con verdad.
Porque hay memorias que no se escriben solo con tinta.
Se escriben con pasos, con silencios compartidos, con paisajes que siguen hablando cuando uno sabe escuchar.
Gracias por acompañarme en este viaje.
Ventanas de Luz se cierra así: tocando la tierra que me sostuvo.
Ventanas de Luz
Crónicas de memoria, raíces y lugares que nos sostienen.
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