Primera ventana: Huesa – La raíz que nunca se secó

Puesta de Sol desde la Terraza del Hotel Sierra de Huesa
Puesta de Sol desde la Terraza del Hotel Sierra de Huesa

✍️ Nota del autor

Nací en Huesa, un pequeño pueblo de la Sierra de Cazorla, en 1956. Allí pasé mis primeros ocho años de vida.

No fueron años de abundancia, pero sí de raíces hondas: la calle Guadiana, la plaza donde aprendí a observar, el olor del pan, las guerras de piedras en el cerro, las cuevas de los gitanos, la primera comunión.


La infancia en Huesa no me dio lujos, pero me dio pertenencia. Me enseñó a mirar en silencio, a escuchar sin preguntar, a sentir la dignidad en lo sencillo.

Era un mundo de burros, leña y moscas en los bares, pero también de voces que aún resuenan: Ramón el Chaqueta, Rosa la Gitana, El Veneno, La Rosica, El Legionario con su teléfono, El Casaillo, El Magandeleno… Personajes que hoy parecen leyenda y que entonces eran el pulso de cada día.


Huesa fue la primera estación de mi vida. Allí nació mi mirada, mi asombro y mis primeros miedos.

Y aunque con ocho años me despedí del pueblo para emigrar a Cataluña, la raíz no se secó.

Al volver, tantos años después, descubrí que los lugares guardan la memoria incluso cuando los rostros se borran.


Huesa: la raíz y la memoria


Aquí nací.

Aquí aprendí a callar, a observar, a guardar la vida en silencio.


Pero Huesa no se quedó solo en mi infancia. He vuelto dos veces.

La primera, tomé una fotografía en la cueva de mis abuelos, Josenino y Eulogia. Allí un rayo de luz entraba por un ventanuco diminuto, hecho de barro y piedras. Esa imagen me inspiró, como si la memoria se iluminara desde dentro.


Años después sentí la necesidad de regresar. Quería oler, tocar, comprobar si aquello que se había despertado en mi cabeza y en mi corazón era real. Y lo fue: todo seguía allí. Mi mente y mi corazón no me habían mentido.


Por eso, en este espacio iré incluyendo artículos relacionados con el pueblo, escritos desde distintos momentos y emociones.

Algunos nacen del recuerdo. Otros, del presente.

Pero todos comparten lo mismo: Huesa sigue sosteniéndome.

Y yo vuelvo para escucharlo.