El hombre sin perro
(Abrir la mente · José Moreno Robledillo)
No estoy traumatizado.
Solo observo.
Camino por el parque y miro lo que pasa —y lo que ya no pasa—.
Hace años descubrí el placer de tener tiempo libre: caminar, leer, respirar, escuchar música… pequeños lujos que antes ni cabían en la agenda.
El parque se convirtió en mi refugio: árboles, olores, pájaros, el verde que calma.
Pero con el tiempo uno aprende a mirar más allá del paisaje.
Y entonces lo ves.
Los grupos cerrados.
Las conversaciones en bucle.
Las sonrisas solo entre quienes comparten perro o carrito.
La vida en modo club privado.
Yo no tengo perro.
Ni puedo tenerlo —las alergias me lo impiden—, aunque sospecho que la peor alergia no es la mía: es la alergia a lo diferente.
Nos estamos acostumbrando a vivir en parcelas emocionales, donde solo entra quien se parece, quien opina igual, quien ladra igual.
Lo triste no es el silencio.
Es esa educación silenciosa en la distancia, donde un saludo parece un atrevimiento y una mirada, una invasión.
Camino solo, sí.
Pero no me siento solo.
Solo me da pena que hayamos confundido seguridad con aislamiento.
Y que el parque, ese lugar donde todo podría mezclarse, se haya llenado de fronteras invisibles.
Quizá el futuro no dependa de más tecnología, sino de algo tan simple como atreverse a saludar al desconocido del banco de enfrente.
A fin de cuentas, la humanidad empezó así: con un gesto.
💬 Nota del autor
No busco lástima ni aplauso.
Solo una conversación pendiente sobre la forma en que nos estamos cerrando al mundo.
Noviembre 2025
Puedes seguir leyendo en 👉 Reflexiones y Memoria Personal
