La sonrisa de la ilegalidad (II)
Ha pasado una semana desde que la policía hizo su trabajo y precintó el local. Y debo decirlo con claridad: lo hicieron bien. Frenaron a tiempo el camión que traía los paneles de sándwich con los que un empresario pretendía levantar un techo sin licencia. Ordenaron retirarlos y dejaron constancia de la ilegalidad.
Hasta aquí, todo correcto. Pero la pregunta que me persigue es otra: ¿lo harán también los técnicos que ahora deben valorar esta obra? Porque el objetivo del empresario era evidente: aplicar la política de los hechos consumados. Colocar primero, justificar después.
Esta mañana, mientras paseaba por la playa, un vecino me detuvo: "De este no te fíes, tiene muchos amigos arriba". Y sí, es cierto: por su profesión conoce bien las normas, y también es cierto que tiene contactos. Pero ahí quiero ser justo: la mayoría de profesionales que conozco son honorables. No se venden por amistad ni por interés. La duda es otra: ¿seguirán protegiéndolo quienes lo ampararon durante años?
Y aquí quiero detenerme. Cuando escribí la primera parte de este artículo lo hice con rabia, y olvidé algo importante: agradecer. Sería injusto no reconocer la actitud del policía que se plantó ante la obra, que impidió la descarga, que sostuvo la ley frente a la trampa. Él también, como nosotros, se sintió engañado. Y merece que se diga.
Porque no todo es corrupción ni pasividad. También hay quienes sostienen lo real con su trabajo honesto. A ellos, gracias.
Lo que me preocupa es lo otro: el trasfondo. Esa normalización de la trampa que se ha colado en el paisaje. Un café, un vermut, un silencio calculado. Esa red de favores que, poco a poco, acaba erosionando la confianza en lo común.
Recuerdo las caras de aquella mañana: trabajadores sin casco ni protección, celebrando con sonrisas haber burlado al ayuntamiento y a los vecinos. Y me sigo preguntando: ¿en qué momento confundimos la picardía con dignidad? ¿Cómo puede alguien sentirse orgulloso de sostener con sus manos la trampa de otro?
El verdadero problema no es solo que haya tramposos. El verdadero problema es cuando la trampa se convierte en costumbre… y hasta en motivo de orgullo.
💬 Y ahora, en voz baja, dejo esta pregunta abierta:
¿Qué hacemos con esta miseria que se disfraza de picardía?
¿Cuándo vamos a entender que la trampa del poderoso siempre acaba cayendo sobre los hombros del débil?
✍️ José Moreno Robledillo
Septiembre 2025
📌 En Voz Baja – Reflexión ciudadana
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